Hoy a la mañana, en medio de otros textos obligatorios, la luz de esta cabellera nueva:
Déjame
respirar mucho, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; y sumergir en ellos todo
mi rostro, como un hombre sediento en el agua de una fuente, y agitarlos como
un pañuelo perfumado para sacudir recuerdos al aire.
¡Si tú pudieras saber todo lo que veo, todo
lo que siento, todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume
como el alma de otros hombres navega en la música.
Tus cabellos contienen todo un sueño lleno
de velas y mástiles; contienen grandes mareas cuyas espumas me llevan a climas
encantadores, en que el espacio es más azul y más profundo y la atmósfera está
perfumada por los frutos, las hojas y la piel humana.
En el océano de tu cabellera entreveo un
puerto bullente de cantos melancólicos, de hombres vigorosos de todas las
naciones y de navíos de todas las formas que recortan sus arquitecturas finas y
complicadas en un cielo inmenso se despereza un eterno calor.
En las caricias de tu cabellera recobro las
languideces de las largas horas pasadas sobre un diván en la cámara de un bella
nave, mecido por un balanceo imperceptible del puerto, entre tiestos de flores
y botijos refrescantes.
En el ardiente fogón de tu cabellera respiro
el olor del tabaco mezclado al opio y al azúcar; en la noche de tu cabellera
veo resplandecer el infinito del azur tropical; sobre las orillas
aterciopeladas de tu cabellera me embriago con los olores combinados de la
brea, el almizcle y del aceite de coco.
Déjame morder mucho tiempo tus trenzas
densas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes me parece
que como recuerdos.
Charles
Baudelaire
En
El Spleen de París
Traducción de Margarita Michelena