(no sé qué hay en tí que se cierra
y se abre; sólo algo en mí comprende
la voz de tus ojos más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas.
La vi levantarse a la mesa
ir de una habitación a otra,
más tarde acostarse,
pero antes
lavar la pálida flor de sus cabellos bajo la canilla,
fases lentas, caminos que se juntan,
comer, dormir,
lentos hilos que alguien maneja a la luz del olvido,
lavar la pálida flor de sus cabellos bajo la canilla.
Volverá a hacerlo otra vez,
cuerpo tibio, oscuro abandono
su perfil en la almohada
es también el suspiro de algo que se desvanece.
Al despertar mira en torno con asombro,
comer, dormir,
lavar la pálida flor de sus cabellos bajo la canilla.
Había una vez un pájaro apretado en tu sonrisa, nació chiquito al fondo de tu lengua, rodando en la transparencia caída. Cuando crecía, trepaba hasta mis ojos, alocando las hojas crepitadas que habían quedado del último otoño.
Como la luz de un sueño,
que no raya el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de tí que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.
Me he vuelto infiel a mayo, y al verano, y al otoño, y no me fijo si es de día o es de noche, como antes; ya no pertenezco ni al cielo ni a la tierra, pertenezco solo a uno solo; pero la floración de mayo, la llama del verano y la madurez del otoño, la claridad del día y la gravedad de la noche, y el cielo y la tierra están reunidos para mí en ese solo! Tal es mi amor...